En el fluxus se juntan todas las expresiones, desde la música a las artes plásticas, proponiendo la creación de un híbrido de lo culto y lo popular. Se señala que las obras nacen y mueren en el mismo lugar y momento de su concepción; por lo cual, se le resta cualquier valor mercantil a la obra, pues es prácticamente inexistente.
Al igual que el dadá el fluxus escapa de definición pero, se podría decir, que es ante todo un estado de ánimo, dotado de libertad de expresión, pensamiento y elección.
Se usan todo tipo de panfletos y recursos publicitarios para acercar más al espectador, se busca una actuación interactiva entre este y el espectáculo. Las obras son por lo general breves enfocadas a ciertos valores pero en general a lo efímero de la obra en si misma; ya que uno de los planteamientos más relevantes de este movimiento es la desacralización del objeto y en vez de ello hacer un arte con la propia vida. Es la búsqueda de un arte total.